domingo, 12 de agosto de 2012

uno sin mambos


El remisero me dijo varias claves para la vida:

La tortilla nunca se dio vuelta, todo sigue igual: las mujeres gobiernan todo. Fue una estrategia masculina, organizada secretamente, -como la de Lisístrata, pensé yo- la que nos hace creer que sí sucedió. Pero si una mujer no quiere, los acontecimientos no avanzan. Basta leer cualquier libro malo para darse cuenta. Me lo dijo clarito y yo le creo.

Para estar sano, no hay que ir al médico convencional, sino hacer deporte, ser feliz y no comer tanta mierda. Tratar de dejar de comer durante una semana y tomar sólo agua, para purificar el organismo. Mi abuelo Ricardo Rivar me lo enseñó. Yo lo hago y no me muero de hambre, me doy cuenta que soy fuerte y eso me hace más feliz. Me lo dijo clarito, clarito como el agua.

Yo soy un negrito pero leo, me dijo, leo mucho, y así pude conquistar a mi primera mujer: era rubia, de ojos celestes y ella no se podía explicar por qué se había enamorado de mí. Y yo le dije que porque era inteligente y porque la belleza física desaparece con la costumbre. Estuvimos juntos seis meses, yo fui su primera vez y ella la mía. Era rubia de ojos celestes, hermosa, una muñeca; y para que me siga queriendo me puse a estudiar inglés. Todo lo que sé de inglés lo aprendí por ella. Era hermosa y yo la pude conquistar. Me contó clarito.

Pero cuando conocí a Clarita, me di cuenta de que me iba a casar con ella. Y así fue. Nos casamos dos veces: cuando nos obligaron, por iglesia y una mas. Hace unos años me hice mormón y ella se convirtió unos meses después. Y nos volvimos a casar. Ahí si: nos volvimos a elegir.

Mañana cumplimos veintiocho años de casados y le preparé una sorpresa: la voy a llevar a ver a Marco Antonio Solís, que le encanta. Cuando le quise contar que tocaba me dijo: ¿viste que viene Jairo? Y yo le dije que me quedaba dormido escuchando a Jairo, y ella me dijo: pero con Jairo nos dimos nuestro primer beso. Pero a mí no me gusta, así que saqué dos entradas para Marco Antonio Solís, la voy a llevar a comer a Guerrín, que le encanta, y no le voy a decir nada, y cuando terminemos de comer la voy a agarrar de la mano y la voy a llevar al teatro. Así se va manteniendo el amor, ¿vió señorita?

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