lunes, 28 de enero de 2013

mambos azules

A Ale, a Cabo Polonio y a todos los hermosos pueblo que hay en este planeta

Como cuando caminás en la oscuridad de un pueblo desconocido, y realmente no importa lo que hagas, cómo camines o si te ven. De repente empezás a acostumbrarte a ver figuras y a discernir sonrisas y lenguas.

Y cada tanto tropezás. Y tenés a alguien a quien agarrar del brazo. Y no importa por cuanto tiempo va a sostenerte, pero ahora te está sosteniendo como si viera más que vos en la misma noche azul marina.

Y no podés pensar en nada más que en el presente, que te resulta lleno de rutas nuevas y de enigmas por resolver. Y el temor se va con las palabras y metáforas que van armando las estrellas. Y también hay carcajadas sostenidas por miradas y hay miradas sostenidas por acordes.

Así vas caminando, rápido, pero sin correr, mirando hacia arriba. Escapando un poco y a la vez haciendo un esfuerzo sobrehumano por disfrutar esa noche estrellada que va a durar mucho. Te perdés en corcheas que van quedando en la arena. Música que viene, que sale de una boca y dos manos y que se dirige solo a vos y te grita.
Y todos los principios que tenías sufren variaciones estelares, cambian las mareas y se intensifican los vientos.

Querés cambiar, querés mejorar, querés coleccionar arenas del planeta cuando esa música suena para acompañarte y te abraza con pánico pero con amor.

Y entendés que lo importante son esas manos, no las caras. Son esos gestos, no las miradas. Es esa voz, no los colores. Es ese momento de silencio entre ese azul y nuestra piel. Y querés volar más...

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