lunes, 13 de abril de 2015

mambo de un viento (que todo lo empuja)

A Clecla

Hace muuuuchos años, en la aldea llamada Palermolandia vivía un hada viajera a la que todos conocían como Clecla.
Era aaaalta, con pelo laaaacio y roooojo y había descubierto (porque también era descubridora) que con su sonrisa podía embellecer las cosas.

Yo la conocí y me sentí más linda desde el primer día, hace casi veeeeinte años.
Siempre tuvo ese don de la inteligencia, pero no sólo esa de aprender cosas, sino esa de aprender la lógica de las cosas, que es la mejor.  Por eso siempre fue la mejor en todo: sabe leer, sabe viajar, sabe sumar y restar, sabe qué pasa en el cielo, sabe lo que pasa en mi corazón sin que nadie se lo diga.

Aunque sea aaaaalta, Clecla es chiquita. Es eterna porque es siempre una pequeña niña curiosa que se automalcría para seguir sus viajes,  y yo la amo por eso.

En realidad no sé porqué escribo todo esto en pasado, Clecla vive en Palermolandia y vive también en la piel de cada ser que embellece. Pero hoy la distancia, hizo que ella volaaaaara y se hiciera chiquitiiiiita y se acurrucaaaaara en esa parte curva de mi corazón, provocándome un poquito de ese dolor placentero  trayéndome los recuerdos más remotos y recordándome que ella siempre está ahí, aunque no la veo, auqnue no la escuche,  que es la misma de siempre.

En estos días Clecla me llevó a recorrer nuestras más lindas historias, caminamos un montón juntas: parques Las Heras, apagones en Islas Martínez Garcías, fernetes entre Patagonias y ballenas, pasillos, escaleras y huertas, libertadores y coyotes. Nos besamos con amor, porque nos amamos para siempre. Y hasta me prestó, una vez, a su hermano del alma sin hacer reclamos.

Me acordé de su forma de ponerse desodorante y de la primera vez que lo ví, cuando me di cuenta que era la persona más inteligente del mundo. Me acordé de su habitación, de su cocina y de su perfume en el pelo recién bañado.
Me llevó a al lado, al escenario de nuestras aventuras, de fantasías e historias sin fin.
Su poder es el amor, ese de los más puros. Clecla te besa, te abraza, me pide que me siente arriba de ella, que la acaricie.


Y si, esto es una carta de amor. Porque somos los mismos de siempre, vos lo escribiste en mi pared...  en mí.

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